Allí, en el cauce fresco y sombrio,
bajo el dosel de mi lecho terreno,
danzo las notas de mi alegro,
bajo el arco de triunfo recien nacido.
Mientras las libélulas siembran brisas,
y el verde crece en silencio,
baja el color de los cielos,
me fundo bajo las lanzas de fuego,
en las perlas nacaradas,
que marcan mi ruta de eterno retorno.
Abrazo a mis hermanas saladas,
mientas me arrastra el titan que me elevará a los cielos y,
mientras me despido, me acunan los vientos,
devuelvo a mis hermanas sus besos salados
y múdo a lágrima dulce, a espírutu etereo.
Los ojos del viento son testigos,
de que vuelvo a casa, con los mios,
cabalgando el arco de mi victoria sobre el tiempo,
que atrapa mis suspiros en el gran libro.
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