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lunes, 20 de julio de 2009

En Otro Tiempo




“Lo que es para ti, nunca pasará de largo” (Anónimo)

El viento transporta un perfume embriagador. En la tarde de verano junto al mar María contemplaba a su familia jugando con las olas. Todo en su vida era predecible, un día igual al siguiente, eso tenía sus ventajas pero se perdía la magia. Los sueños juveniles a causa de la rutina yacían olvidados en un cajón. El mundo era hostil, pero en el hogar estaban los gestos de la convivencia, las palabras que ya no se repetían porque se daba por hecho que el amor estaba presente, el encuentro de un cuerpo amigo bajo la sábana en donde buscar el abrazo que alivie la derrota, la sonrisa feliz de la llegada al nido que engañe un poco la soledad compartida con ese ser que es parte de ti y que hace sentir que en un mundo de apariencias algo tuyo está allí.

Cuando somos jóvenes vivimos en las nubes, creemos que con sólo alzar las manos tocaremos el cielo, pero el tiempo es implacable. La gente siempre está sola, pocas veces abre su corazón, nos volvemos temerosos de los demás y dejamos de vivir... Pero el ser humano no puede cambiar su cerebro por uno nuevo y empezar de cero, tiene que aprender a vivir con sus traumas y abrir y cerrar programas con dolor pero también con esperanza. Lo vivido es lo que al final te queda, a lo que te amarras cuando llega la tempestad y el barco está a punto de naufragar, esas vivencias hermosas, momentos que surgen como fantasmas en la niebla ... Soñar con lo que no tienes o descargar la maleta de lo que has perdido.

Recordaba a una jovencita de apenas 18 años, recién cumplidos. La ciudad tenía el calor del trópico, contaminación, chabolas, nuevos ricos y rascacielos. Por sus calles transitaba una multitud abigarrada, sudorosa y ambulante. Gentes emigrantes de una desesperanza rural o una desesperación urbana. Otros que habían cruzado el océano buscando nuevas metas: El portugués del abasto, el isleño del taxi, el gallego de la pensión, el italiano de la panadería...todos se miraban con precaución, a veces con temor, pero convivían en los barrios y en las avenidas.

La mañana amaneció gris, el invierno tropical tiene esas peculiaridades. La lluvia cálida, cae de golpe dejando después el cielo despejado. Otras veces el sol radiante y a media tarde empieza a llover de modo torrencial, los semáforos no funcionan y las colas de autos son tan inmensas que si quedas atrapada en una puedes pasar horas.

Esos días eran su mejor excusa para unos instantes de libertad, su vida estaba llena de normas, su corazón de rebeldía. María tenía las sensaciones gravadas en su mente y en su piel. El paseo por Sabana Grande, colorista y alegre. La avenida elegante que comenzaba en la Pza.Venezuela y se unía a Chacaito. Donde se sucedían refinadas boutiques, zapaterias, perfumerías, cafeterías con mesas al aire libre.. la multitud se detiene a mirar… Al final Chacaito, con sus rascacielos, su Centro Comercial.

Había ido a la Conferencia buscando un poco de sorpresa, tenía pocas oportunidades de estar con gente de su edad. El encuentro, casual, le llenó de alegría, aunque su cercanía le producía una gran inquietud. Mientras el autor de novelas negras hablaba de la cara oculta de la sociedad, de sus pesadillas. Ella divagaba por el mundo de la fantasía… Todavía recuerda su mirada, la expresión de su rostro, sus gestos protectores, allí había empezado algo que la cambiaría para siempre.

Dos meses antes se habían conocido esperando un ascensor. Los dos se miraron, él con curiosidad, ella intrigada. Era como un reflejo distorsionado del gerente del Banco donde hacía las gestiones administrativas de la empresa. Uno serio y estirado, con una elegancia estudiada, ojos frios y astutos, gesto adusto. Este que le sonreía burlón y tierno, tenía el pelo largo, una poblada barba y unos vaqueros desgastados. Trabajaban en la misma empresa, pero en departamentos y pisos diferentes, ella llevaba poco tiempo y no habían coincidido. Días después volvió a verlo en el aparcamiento de la universidad, cuando subía al coche de una amiga. El motero que aparcaba al lado se quitaba el casco y desde luego no era una alucinación, él se rió y le saludo…Aquel hombre se estaba convirtiendo en una obsesión. Buscaba sus ojos de un azul intenso en todos los hombres que cruzaban su camino. Su fantasía se había desbordado. Empezó a vivir para el momento de verle llegar con los planos bajo el brazo; para sus saludos alegres, sus miradas ansiosas, sus encuentros casuales... La persona parecida y diferente, según averiguó después, era su hermano gemelo.

En ese tiempo se había convertido en el principio y fin de su mundo. Cuando aceptó las primeras salidas iban a lugares nuevos para ella, conciertos, exposiciones, tertulias de gente bohemia, con las que era tan fácil hablar y divertirse. Cada día aprendía algo nuevo, lecciones de otras vidas paralelas a la suya y que había juzgado por la visión de otros. Carlos consideraba que la realidad era mucho mas que un trabajo o unos estudios, su mente era como un ordenador, la respuesta precisa, hábil e inteligente, María sentía que aprendía muy rápido pero era mas reflexiva y lenta. De la mano, por Los Caobos le hablaba de lecturas , de música, de pintura, siempre había un estímulo, era su mentor de la vida, ponía las piezas que le faltaban para crecer.

Después vino el tiempo de silencios compartidos. En el jardín botánico esperaban hasta la hora de cierre cuando un sol rojo se ocultaba y una luna amarilla ascendía por el este. Buscaban la complicidad de los autocines, de los piano bar… Las miradas se volvían invasoras y hacían sentir sensaciones nuevas, sus palabras comenzaron a ser de amor y alentaban sueños que podían realizarse. María y Carlos detenían el tiempo y aprendían que no existían muros que aislaran las relaciones naturales entre hombres y mujeres, que el erotismo era hermoso, dejar libre los impulsos normal. La vida no podía ser predecible era como una hoja que llevaba el viento, como una ola al romper contra las rocas.

Carlos se acercaba a los treinta y tenía en su mochila un matrimonio fracasado, un trabajo como arquitecto y un apartamento cerca de la Plaza Bolívar. Las últimas tardes habían sido recurrentes se sentaban frente al monumento ecuestre del Libertador, daban maní a las ardillas y se quedaban en silencio…Carlos quería proponerle ir a su casa, pero no se atrevía, lo que empezó como un juego era sentimiento intenso y no quería hacerle daño. A María le preocupaba el riesgo, quizás de ahí partía el deseo, lo prohibido despierta los instintos.
Pero llegó el momento esperado y temido... El lugar era pequeño, desde el salón una gran cristalera dejaba ver los tejados del centro de la ciudad. Tenía, dispersos por todos lados, los objetos traídos de sus viajes y que ahora, cada uno le recordaba esos lugares extraños y exóticos de los que tantas veces le contó…Es lo único que gravó del paisaje de esa tarde , el resto fue la posesión a lugares llenos de luz... Las sombras, la soledad, quedaron detrás al cerrar la puerta del refugio a donde las escapadas se hicieron cada vez mas asiduas. Perdían conciencia de todo lo que era su vida cuando no estaban juntos. Solo existían esos instantes en que se regalaban uno al otro. Unida a su cuerpo María perdió la vergüenza, era como arcilla que él iba modelando a su forma. Cuando se saciaba el deseo, desnudaban sus almas: " es bueno soñar porque no hacerlo es como darse por vencido", "siempre debes esperar lo mejor de la vida"... Aquella forma de ser tan positiva empezaba a cambiar su vida, las compuertas de la presa se iban abriendo y al igual que una cascada de agua saltaba en busca de su libertad.

En apenas siete meses se había convertido en el principio y fin de su mundo. No quería cuestionarse nada, eran sentimientos que sólo los dos compartían. Pero él cada día se hacía mas acaparador y celoso, quería controlar hasta sus silencios. Además la armonía se rompía siempre el fin de semana, no soportaba los misterios y las prohibiciones en las que María vivía.

–“Tienes que comprender, ellos quieren para mi alguien que comparta las consignas heredadas de la tribu. Jamás pertenecerán a esta tierra, en su corazón solo existe el paisaje que vieron cuando niños, siguen hablando y sintiendo en su idioma”.

-" No! , eres mayor de edad, las experiencias son intransferibles y nadie puede vivir por tí, esto no es un capricho o una aventura. Es nuestra historia, con sentimiento, sueños, vivencias, me aterra perderte".

María no sabía explicarle su temor, sus contradicciones. Para ella el nudo que ataba su cuerpo y su alma era él. Pero había otras ataduras, las de la sangre, naces con ellas, te las imponen y son una carga. Un lastre del que no te puedes desprender, que te impide volar porque te han recortado las alas … Sus padres habían emigrado de España y aparentemente se habían integrado, pero el código de sus ancestros seguía rigiendo su casa. El padre era la autoridad con unos rígidos principios morales . Habían dejado atrás la miseria, la opresión. Pero seguían conviviendo con un dictador invisible y no aceptarían a alguien que lo mejor que tenía era su originalidad y su rebeldía. Si ella confesaba su amor le llevaría a la ruptura y todavía no se sentía fuerte. Estaba acostumbrada a las críticas a la desaprobación constante, esto la había hecho insegura.

Carlos había empezado a romper la barrera , le enseñaba a desprecintar sus esperanzas, le entregó su alma , se envolvió en su piel, naufragó en su cuerpo. Pero había otras emociones: tristeza, temor, noches amargas… y últimamente no las compartía, no quería martirizarlo. Pero él no la amaba miedosa, no aceptaba una historia cargada de misterios, de prohibiciones. En su arrebato se herían con palabras y el combate cuerpo a cuerpo era una mezcla de necesidad y pasión que terminaba en llanto y perdones. Cuando había tregua, y dejaban de sentirse los ruidos de sables . Hacían planes, ya habían arado la tierra, ahora la sembraban, la regaban. Las caricias se volvieron tiernas, el amor entraba en otra fase, maduraba.

Pero las personas proponemos, la vida decide… El autobús se movía lentamente. Por las tardes el tráfico era enloquecedor, las avenidas cubiertas del humo de miles de motores quemando gasolina. De las fábricas salían los obreros, cerraban las pequeñas oficinas. La gente se entremezclaba veloz. Niños que voceaban el periódico de la tarde… María miraba sin ver, sus ojos se habían quedado vacíos de tanto llorar, a través del cristal las gotas de lluvia que se deslizaban borrando el paisaje, le devolvía imágenes lentas, como lento iba el vehículo inmerso en el tráfico vespertino.

Con la cabeza apoyada en el respaldo del sillón cerraba los ojos queriendo atrapar el tiempo. Se moría de pena, se atragantaba de nostalgia."Las obsesiones se curan con los reencuentros ". Ella no podría paliar las suyas, durante mucho tiempo permanecerían quemando como el fuego. Cómo asumir que había muerto... Era consciente de que había desaparecido. Pero María aún lo percibía, la conexión había sido perfecta: "un comienzo en un momento inadecuado". Los remordimientos ya eran inútiles, siempre se tienen demasiado tarde. Su ser se había quedado desierto. El futuro era el día presente reproducido hasta el infinito. Todo había sido perfecto en aquel tiempo y en aquel lugar, pero ni el corazón ni la memoria se dentienen . Los recuerdos podían hacerle compañía pero ya no estaría para compartirlos.

María había conocido el amor impulso, el amor sentimiento pero le faltó el amor decisión y ahora era irrecuperable... Debía asumir su duelo y su verdad. Recordaba sus palabras: “la vida es un vaivén entre el recuerdo y la esperanza" . Había amado y la soledad podía mitigarse; "perdiste la partida pero no fracasas" . Lloraba su presente que ya era pasado.
El día siguiente amaneció nublado, olía a hierba y tierra mojada, repetía su camino diario y se preguntaba cómo podría encarar en soledad lo vivido. Decidió romper amarras y se fue del lugar sin la mitad de su alma.
Ahora con los años la luz había surgido entre la niebla de su memoria y reaparecía una tarde de sol junto al mar y ella recuperaba la nostalgia, los recuerdos se atesoran en el corazón. Fin (Cosecha propia)

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